miércoles, 5 de septiembre de 2007

El rock copa la literatura

La presencia de ese género musical en varios libros, como tema de análisis, parece cobrar una renovada fuerza en los últimos tiempos con la aparición de tomos que lo abordan desde distintas miradas. "El cabildo del rock", de Candelaria Kristoff, y "Antología del Rock Argentino", de Maitena Aboitiz, son sólo algunos de los ejemplos de reciente aparición.
La presencia del rock en la literatura, como tema de análisis, parece cobrar una fuerza renovada en los últimos tiempos con la aparición de varios libros que abordan el género desde distintas miradas, como la crónica, el ensayo, la ficción o la reconstrucción desde las voces de sus protagonistas.
"El cabildo del rock" de Candelaria Kristoff y "Antología del Rock Argentino" de Maitena Aboitiz son sólo algunos de los ejemplos -de reciente aparición- que, desde miradas disímiles, conjugan la misma temática: el rock argentino.
Aunque fueron muchos en los 80 los volúmenes que abordaron este género tan amplio, especialmente a través de biografías y entrevistas, la temática parece cobrar una fuerza inusitada, impulsada por el paso de los años que dan una nueva perspectiva del fenómeno y permiten sucesivos aniversarios.
Entre la crónica y la novela, Kristof reconstruye la historia del mítico estudio de grabación Del Cielito, fundado en 1980 por Gustavo Gauvry, a través de recuerdos de sus principales protagonistas, como el Indio Solari, León Gieco, David Lebón, Gustavo Cordera (de Bersuit) y muchos otros artistas.
"Del Cielito ha sido un generador, una usina de energía para todos los músicos que habíamos sufrido todo tipo de condicionamientos por parte de las grabadoras, así que cuando apareció fue como ’el lugar’.
Las características preponderantes del estudio eran la generosidad y la libertad", señala Luis Alberto Spinetta, desde las primeras hojas de la obra. Editado por Tomo Publishing, "El Cabildo del rock" está repleto de anécdotas divertidas y bizarras ocurridas en el legendario estudio de Parque Leloir, que inmortalizó discos como "Peperina" de Serú Giran, "Kamikaze" de Spinetta, "Los chicos quieren rock" de Ratones Paranoicos, "Bang! Bang!" de Los Redondos, "La argentinidad al palo" de Bersuit y tantos otros.
"La idea era que la historia no sea una especie de documental escrito acerca del Cielito, sino de hacer un relato que toque los afectos; que no sea una historia con fechas y datos, que así como se lee también se puede olvidar, sino que contara una cosa más vivencial", señala Kristof a Télam.
Así, el libro recuerda los primeros pasos en relación a la fundación del estudio dados por Gauvry y David Lebón, como lo hace, divertido, el guitarrista Héctor Starc. "Lo primero que me acuerdo es que habían comprado una grabadora. Y bueno... intentaron grabar, pero las máquinas de grabar no andan solas. O sea, el micrófono va a una consola y de la consola vas al grabador; no es como un radiograbador del hogar.
Y los monos enchufaban todo y no andaba", rememora el ex Aquelarre. "Después se transformó en una empresa grande. Pero en ese momento estos dos no tenían la menor idea de nada. David Lebón es el día de hoy que, aun hablando bien inglés, no sabe lo que quiere decir ’input’ (...). Y Gustavo Gauvry que le preguntaba: ’¿Dónde se cambia el rollo?’, él creía que era como una máquina de fotos", relata Starc.
Un apartado de fotos viejas completan el relato de esas noches intensas, la cabaña, los sonidos -a veces de ambiente o de grillos- la amistad, los asados, la pileta, donde se puede ver a Mercedes Sosa, Gustavo Santaolalla, Fabiana Cantilo, Piero, Celeste Carballo, Los Piojos y muchos otros.
El Cielito, explica la autora, "vino a llenar un vacío en cuanto a estudios de grabación ofreciendo algo que hasta ese momento las compañías discográficas no le brindaban al músico: un entorno amigable, donde la creatividad y la libertad tuvieran un sostén, desde la gente que los recibía hasta la persona que los grababa, en este caso, Gustavo, sobre todo al principio".
"Para ellos fue encontrar eso que les estaba faltando -insiste Kristof-, porque las grabaciones por ahí terminaban siendo una cosa muy burocrática. Creo que los músicos están muy agradecidos a lo que se armó en ese espacio, donde pudieron divertirse, en instancias de la grabación, distenderse y generar interacciones muy creativas".
Por su parte, en su libro "Antología del rock argentino" (Ediciones B), la periodista Maitena Aboitiz indagó sobre los procesos de composición de 120 canciones emblemáticas del género, a través de las pinceladas aportadas por sus autores, entre ellos Charly García, Andrés Calamaro y Spinetta.
La obra permite asomarse al mundo personal de los principales creadores argentinos a través de viñetas que ayudan a desentrañar su perfil: así irrumpe Charly tirándole las llaves de su casa a Aboitiz en una media sucia, Calamaro que acaba de regresar de España y parece recuperado de los excesos o la generosidad introvertida de Spinetta. "
El momento de ’Doble vida’ fue el más zarpado de todos. Yo me había casado, tenía una esposa que duró menos de un año y varias canciones de este disco las compuse pensando que tenía que salir rajando de un lugar que no me gustaba", confiesa por su parte Gustavo Cerati, líder del reunificado Soda Stereo, en una parte del volumen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena cobertura sobre el Rock en la Literatura.. parecen géneros particularmente disímiles, sin embargo creo que esta obra puede mostrarnos la mirada "teórica" (por asi llamarlo) de la historia del Rock argentino.

Sin mas que agregar.. y prometiendo ser un lector "habitué", me despido.

Saludos Fede..

Fernando Teti